miércoles, 16 de junio de 2010

Maestros con mucho pedigrí

De nuevo recibo noticias de Isabel Agüera y no puedo reprimir el impulso de daros a conocer sus reflexiones, que comparto plenamente.


Se aproxima el final de curso, fechas en las que las evaluaciones comen a los profesores y hacen temblar a los alumnos. Desde mi punto de vista, y así lo he practicado siempre, es necesario que demos oportunidad a los alumnos para que ellos también evalúen nuestra gestión como profesionales. Tal vez pueda resultarnos muy drástico el procedimiento pero yo creo que hay que afrontar la realidad y saber cómo nos ven, cómo nos sienten... Ellos y ellas son, sin duda, el mejor espejo donde mirarnos y descubrir tanto nuestros defectos como nuestras virtudes. Hace unos años escribí para una revista portuguesa un artículo con este mismo título, maestros con pedigrí, porque, efectivamente, como para todo, se precisan cualidades naturales, raza para ejercer de forma exitosa el magisterio. No se trata tan sólo de más o menos estudios sino de ese sexto o séptimo sentido para saber, intuir el qué y el cómo actuar. En dicha revista citaba mis principios básicos para rotular en nuestro brillante título de maestros: Un maestro jamás debe humillar a un alumno y mucho menos delante de los demás alumnos. Un maestro siempre debe prever una salida airosa para cualquier tropiezo, o excusa de los alumnos. Un maestro jamás debe intentar hacer de los alumnos una copia de sus gustos. Un maestro debe olvidarse de la suma porque jamás un alumno más otro darán por resultado dos. Un maestro no puede ser "sastre" de talla única porque no hay vestidura válida para dos. Un maestro jamás debe quedarse en la superficie, anatematizando el "oleaje" sino que su mirada debe profundizar en las inmensas maravillas de los fondos. Un maestro es, y no puedo extenderme más el hombre o la mujer que tolera, acompaña y, sobre todo, ama a sus alumnos sin excepciones.

Isabel Agüera.